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  • Foto del escritorCERON & CO

TURNO 2018


El proceso electoral hace imperativo una evaluación de los balances del desarrollo y/o, la falta de resultados, así como el impacto de las políticas instrumentadas con el objetivo de crecer en forma sana y sostenida; y también para promover con eficacia el desarrollo social.


Este ejercicio trae a la balanza al sistema político, sus avances y retrocesos, pero también los vicios sociales que han provocado la corrupción, la falta de justicia y la violencia con la que vivimos. De esta forma, se hacen muy evidentes los aciertos y los retrocesos e, incluso, los atrasos y pendientes de nuestra agenda de desarrollo.


Este proceso de elección se marca especialmente porque será́ la elección en la que mayor población puede participar (86 millones) , la mayor cantidad de cargos en juego (3326), el mayor porcentaje de jóvenes (50%) y el mayor número de votantes por primera vez (16%). Pero también lo es por el desprestigio de los partidos, el cuestionamiento de los participantes y la incertidumbre con respecto al futuro. Esta situación ha generando para unos, una percepción de inseguridad y duda, para otros la expectativa de un cambio y para todos incertidumbre, la sensación de desconfianza y cierto temor respecto del futuro.


Las encuestas, al menos a estas fechas, favorecen una opción, pero las indefiniciones todavía pueden producir cambios en los resultados reales. Los debates por venir, pero los acontecimientos y sobre todo el impacto que puedan producir mensajes o noticias falsas en las emociones, en un sentido u otro, pueden también alterar o confirmar esos números.


Lo que sí podemos afirmar es que ninguna de las opciones que votaremos podrá generar, en seis años, un cambio en el bienestar económico que sea sostenible. El tiempo apenas es suficiente para consolidar un rumbo, cambiarlo o corregirlo. Pero ¿tenemos que cambiarlo? o, ¿qué tenemos que corregir? y, en su caso, ¿qué impulsar? ¿sabemos cuál es nuestro rumbo y cómo el proyecto de país contribuye a realizar nuestra visión y a asegurar nuestro rumbo?


Para responder a estas preguntas y saber qué cambiar, es necesario tener clara la visión del país que queremos y, de ahí, el rumbo que debemos seguir. Tener clara esta definición es muy útil desde la perspectiva de los recursos y la economía, indispensable desde la perspectiva social y del desarrollo; y debería estar exigida desde la perspectiva política.


La falta de esta visión, el desconocimiento de cómo realizarla, pero la actuación incongruente y, sobre todo, deshonesta ha generado un ambiente en el que es fácil manipular a la población. También es cierto, y contribuye a este ambiente, las muchas carencias y la pobreza, pero también la falta de expectativas de cambio positivo entre la población menos favorecida y/ o frecuentemente desatendida.

Por lo que toca al modo de conseguir resultados, -el cómo, cuándo, cuánto, con qué y para quién- cuando es correcto y prudente, puede hacer la diferencia si se combina con un rumbo claro y realista.


De hecho, el desarrollo social solo es posible siendo consistente y disciplinado. Es así como se consiguen resultados a mediano plazo y se consolida la posición de un país. En política del desarrollo; rumbo y modo aseguran ritmo, de esa forma se consigue el ritmo en el crecimiento y el desarrollo que nuestro país requiere.


Solo una inversión sostenida alrededor de un proyecto de nación y la formación de competencias en infraestructura y educación, nos capacitarán para ello. Lo más relevante; sin embargo, es la presencia y participación de la sociedad y de unos agentes que en lo individual actúen en forma concreta, con responsabilidad, sentido social y ético.


No obstante, es imposible construir un futuro en nuestro país si el gobierno, -sus políticos y administradores- no se conducen honradamente, con sentido del deber y con autoridad para servir, servir mejor y siempre. Un gobierno responsable ha de entenderse capaz por su experiencia, pero sobre todo por su prudencia. El gobierno ha de ser mandatario y nunca mandante sin causa, pues terminará sirviéndose y no habría tenido provecho.


Qué mal le hacen a un país los políticos deshonestos e ignorantes, flojos o irresponsables, pero también los ciudadanos indiferentes y poco productivos. Y qué falta nos hace un liderazgo catalizador y visionario con un claro proyecto de nación, no justiciero sino justo, no solamente práctico tanto como ético y no solo conocedor sino prudente.


Elegir gobierno debería ser un ejercicio de ponderación de opciones: Entre personas, - personalidades, valores, trayectoria y vida. Entre proyectos, - objetivos, políticas, recursos. Entre plataformas, - filosofía, capacidades y valores sociales.


Una elección objetiva y responsable debe partir de un entendimiento lo más claro posible de dónde estamos, a dónde queremos ir y con qué recursos contamos. Conviene que sepamos qué hemos hecho bien y dónde están nuestras carencias, pero también en qué mundo nos desenvolvemos y cómo estamos posicionados en ese contexto.


El mundo ha cambiado y nuestro país también, pero ¿qué significado ha tenido en nuestro país el cambio tecnológico, la nueva economía, el cambio demográfico, el cambio climático, la lucha por el poder político y la nueva geopolítica global, entre otras? ¿Cuáles son los escenarios de futuro en el contexto global y cuál nuestro posicionamiento al respecto?


El impacto de este proceso es tan importante, que no se puede participar sin información y menos definirse a la ligera y sin reflexión. En este sentido parecería prudente que tuviéramos claro que se deben mantener las reformas que nos hacen más competitivos y nos incrustan con realismo en la situación económica mundial. Hacer los cambios que den más acceso de oportunidades a toda la población. Ser solidarios con las situaciones de pobreza extrema y subsidiario para que la sociedad pueda resolver por sí misma todo aquello que le permita crecer y desarrollarse. Promover el respeto a la dignidad de las personas, al promover un sistema social desarrollador y no asistencialista.


Es necesario fortalecer las instituciones que den garantía y marco a las relaciones al interior del país y entre todos los ciudadanos. Instituciones como la Suprema Corte de Justicia garantía de nuestros derechos y la Constitución, el Ejército al servicio de la nación, un Banco Central independiente, el Gobierno como mandatario de la sociedad ejerciendo con transparencia y rendición de cuentas, Independencia y balance de Poderes, la Seguridad Social como mínimo de bienestar.


Es fundamental tener claro el proyecto y estar empeñado en promover la unidad, integrando a todos los agentes de manera conciliadora. El proyecto deberá tener claro el crecimiento, pero el desarrollo a partir de las oportunidades. Deberá considerar con realismo nuestros recursos y competencias, pero también nuestra cultura y educación para promover su mejor aprovechamiento y el cambio que debemos impulsar en las personas y los valores. Deberá considerar la geografía de la pobreza, pero también el uso de los recursos y talentos de las personas emprendedoras para conseguir resultados consistentes y con dinámica propia. Deberá tener claro que el gobierno es facilitador y actúa en emergencias y para dar marco jurídico y certidumbre a todas las relaciones. Deberá tener claro que los ciudadanos deberán proveer las soluciones a las necesidades que su propio desarrollo les va planteando.


Pero todo esto requerirá de una ciudadanía participativa y responsable, que cuide a su gobierno, que se sienta parte del cambio y aporte soluciones. Si resulta mi decisión triunfadora de las elecciones tenemos que colaborar y no permitir que se pervierta, desvíe o eluda sus responsabilidades. Si el resultado de la elección no era el esperado, lo tenemos que cuidar, corregir, hacer ver sus aciertos, pero tratar de aportar para evitar errores.


La verdadera elección es la de elegir el ciudadano que queremos ser. Si hoy las condiciones sociales no son del todo justas, nos preguntaremos qué es lo que vamos a hacer. Las cosas no cambian solas, las cambiamos las personas y se cambian siempre en nuestro primer círculo de influencia.


Debe más el que más tiene, puede más el que más sabe y hace mejor el que más claro tiene los valores de la convivencia.


La corrupción, la violencia, la impunidad, pero también, la falta de productividad o la flojera y los malos hábitos, tienen nombre de persona en singular y entornos sociales construidos, protegidos o fomentados por personas que no quieren o no pueden o no saben qué hacer y cómo.


Es nuestro Turno… este es tiempo de reflexión, pero sobre todo de acción y compromiso.


El país va donde los ciudadanos deciden que debe ir. El proceso tarda, pero así funciona.


No tenemos el gobierno que nos merecemos, tenemos el gobierno que dejamos que gobierne.


Pensemos: los individuos, personas responsables, somos los que formamos a las siguientes generaciones y hoy el mundo está abierto; las opciones son todas. Basta ver alrededor para confirmar la posibilidad, pero sobre todo la evidencia del cambio y que el cambio es posible.
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